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Vejez y sociedad

El orden social actual demuestra ser bastante desordenado. Los avances tecnológicos, en su vertiginosa carrera por el “confort”, cada vez más nos propone una elección entre dedicar todo nuestro tiempo para dominar la tecnología o quedarnos fuera de carrera, fuera de sistema. Ya la edad no es garantía ninguna de experiencia o sabiduría. Las destrezas productivas se resumen en el diseño y programación de un robot, y lo que hoy es saber, en poco tiempo se convierte en ignorancia.

Este es el discurso actual de un orden social dictado por los aparatos productivos. La búsqueda de un mundo globalizado y el ideal de la comunicación total. Pero a la vez, hay consecuencias. Graves consecuencias en la organización social y familiar.

La que nos interesa abordar es la posición de los adultos mayores, nuestros viejos, en este panorama social. Visto de esta forma parece no haber mucho espacio para ellos, en este mundo donde la moral es transmitida por el TikTok, y la crianza de los niños por las consolas de juegos y Disney Channel.

Marcel Proust decía: “de todas las realidades, la vejez es quizás aquella de la que conservamos durante más tiempo en la vida una noción puramente abstracta”.

Esta noción puramente abstracta no es más que un prejuicio, construido a partir de lo que se vio o se oyó acerca de la vejez.

Pensar en otros momentos de la vida, como la niñez o la adolescencia, al haber uno transitado por esas etapas, tiene ya la experiencia de lo vivido. Pero en la vejez, por ser quizás la etapa más lejana, no queda más que la construcción de un ideal de la vejez. Ideal positivo o negativo. Es decir, una construcción teórica, una fantasía, de qué es y cómo será ser viejo, que, hasta que se demuestre lo contrario, tendrá efectos y determinará toda relación con los adultos mayores.

De los prejuicios más comunes que se escuchan acerca de los viejos son: que se enferman mucho, que se cansan rápidamente, que no tienen relaciones sexuales, que todo saber que poseen es el de la época en que estaban activos, es decir, saberes caducos; en definitiva, prejuicios que terminan sosteniendo un ideal negativo sobre los viejos: viejo = enfermo, viejo = improductivo, viejo = discapacitado. Como si todos los viejos tuvieran Alzhaimer o Demencia Senil.

En este sentido se produce un fenómeno social muy interesante, donde, como decíamos, todos estos prejuicios, este ideal negativo de la vejez, determina las relaciones con los viejos. Esto se ve por ejemplo con cierta aversión, rechazo, de los jóvenes o adultos hacia los viejos. Como si la vejez fuera contagiosa. Digo muy interesante porque este giro marginatorio, en el mejor de los casos, recaerá sobre el marginador. Con un poco de suerte, todos algún día llegaremos a ser viejos.

La vasta mayoría de la población de todas las culturas tiene un cúmulo de conductas negativas hacia los viejos. Butler, en 1973, fue el primero en llamar la atención sobre este fenómeno, y a partir de sus investigaciones acuñó el término de Ageism, una traducción posible es viejismo

Es entonces que el término viejismo define el conjunto de prejuicios, estereotipos y discriminaciones que se aplican a los viejos, simplemente en función de su edad.

En sus consecuencias son comparables a los prejuicios que se sustentan contra las personas de distinto color, raza o religión, o contra las mujeres en función de su sexo. Pero con la diferencia en que el viejismo radica solo en el hecho de la acumulación de una cierta cantidad de años.

Entonces, en la transmisión cultural que se da entre las generaciones familiares y sociales, este aspecto cultural es también transmitido, y es así como el marginador de hoy será el marginado de mañana.

Este fenómeno se ve muy bien en un cuento de los hermanos Grimm:

“Un campesino hace comer a su padre separado de la familia, en un pequeño plato de madera, y sorprende a su hijo juntando maderitas: ‘Es para cuando tu seas viejo’, dice el niño. Inmediatamente el abuelo recobra su lugar en la mesa común”.

De este cuento podemos pensar en que la transmisión de generación en generación, y la conformación de los ideales, no tiene que ver tan solo y exclusivamente con la transmisión oral, si no que se juega también lo visto y lo oído, y luego a esto se le dará una coherencia que lo elevará a carácter de verdad en un sistema discursivo.

En este sentido es muy fácil advertir sobre los efectos de los prejuicios, no solamente hacia los viejos, si no también en nuestra propia futura vejez. Estos prejuicios actúan como profecías que se auto cumplen, no solo en los viejos de hoy, sino también en los futuros viejos que seremos.

Salirnos del prejuicio es dar espacio a la multiplicidad, a los distintos destinos posibles de nuestra vida y su consecuente vejez. Es darnos la oportunidad de comprender que toda la vida se puede desear con pasión, y seguir con la esperanza de que la vida nos alcance para alcanzar nuestro deseo.U

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22 febrero, 2023

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